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Elogio a la mujer fuerte

Me han emocionado mucho estos Juegos Olímpicos en Río de Janeiro, por el papelón de nuestros grandes atletas, que se han dejado el alma y han sido todo corazón. También por su entusiasmo vibrante y por su deportividad.

Todos y cada uno de ellos son capaces de proezas que la mayoría de nosotros solo podríamos alcanzar en sueños. No en vano, son los mejores del mundo.

Uno de los momentos para mí más emocionantes fue, sin duda, el Bronce de Lydia Valentín. No solo porque fue una de las primeras victorias para España, sino por verla allí, una mujer de una constitución fuera de lo común, levantando un peso que muchos hombres (la mayoría) no serían capaces de alzar ni un palmo.

Al verla no podía dejar de pensar en las míticas skjaldmö, las doncellas escuderas de la mitología nórdica que acudían a la batalla y eran tan temibles como cualquier hombre. Y en mi imaginación veía a Lidia como la famosa Lagerthacuán fácilmente cargaría ella con un escudo y blandiría una espada.

Lidia y Lagertha
La atleta olímpica Lidia y la guerrera vikinga Lagertha.

Días después de la medalla de Lidia, otra mujer ‘guerrera’ conseguía una Plata, Eva Calvo, en Taekwondo. Más allá de lo deportivo, lo que yo veía y me emocionaba era ver el triunfo de un tipo de mujer poco habitual, una que aún siendo capaz de doblegar a un hombre en fuerza y espíritu marcial, puede ser tan femenina como cualquier otra.

Eva Calvo
La competidora de taekwondo Eva Calvo.

Puede parecer una tontería, pero os lo aseguro que no lo es.

Las mujeres arrastramos un poderoso cliché histórico de ‘damisela en apuros’: debemos ser salvadas y protegidas, ‘el sexo débil’, nos llaman. Las artes han alimentado esta imagen a través de los siglos, de tal forma que lo romántico es que un hombre proteja a una mujer.

Ginebra y Lancelot
‘Lancelot y Ginebra’, por Donato Giancola.

Bien, a todos nos gusta sentirnos amados y protegidos. Pero, ¿qué pasa si es una mujer la que protege a un hombre? Lo que la sociedad ve como algo poco habitual, lo que se sale de la norma, es criticado, apartado.

Todos nosotros, hombres y mujeres, somos víctimas de una ecuación categórica y aplastante impuesta por la sociedad:

FUERZA = VIRILIDAD

Es decir, una chica puede contar con muchos atributos físicos, puede ser ágil, veloz, elástica, atlética. Pero si es fuerte, ya no es una chica, entra a formar parte de una categoría diferente llena de denominaciones despectivas. Pierde su feminidad, se convierte en una marimacho, una camionera. Y viceversa: un chico que no es fuerte tampoco es viril, es afeminado.

No pienso que todas las mujeres (fuertes o no) tengan que ser bellas y femeninas. Lo que pienso es que no todas las mujeres fuertes tienen por qué ser feas o masculinas.

Ser bella o ser femenina no es un ideal al que debemos aspirar todas las mujeres  pero lo cierto es que la sociedad no contempla que una mujer vigorosa pueda ser otra cosa que un hombre con tetas.

Yo siempre me he revelado contra eso.

En mi adolescencia fui una chica más fuerte de lo normal y en seguida percibí que algo que debía ser una virtud positiva no lo era en absoluto.

Yo no entendía por qué a los chicos no les gustaba que una chica fuera tan fuerte como ellos, por qué todos consideraban que era ‘poco femenino’.

A los dieciocho años comencé mi andadura por las artes marciales y por fin encontré un mundo que me valoraba tal y como era, sin prejuicios, y que entendía que una chica vigorosa podía ser tan femenina y atractiva como cualquier otra.

Ese mismo año empecé a escribir Neimhaim. Allí volqué mis sueños y anhelos, y también algo más. A través de la protagonista filtré sin saberlo esa frustración que arrastraba. Hice de Ailsa Bäradlig una catarsis personal: es una joven que ama la lucha, es fuerte y ágil, la mejor entre los suyos, y no por ello renuncia a su feminidad, es hermosa y deseable. Ailsa no solo es capaz de defenderse por sí misma, si no que su afán es también proteger a los demás, incluso al hombre que ama, que no es tan fuerte como ella y no por eso menos viril.

Ailsa Bäradlig
Dibujo conceptual de Ailsa Bäradlig (2005).

Al principio me encontraba un poco sola en esta particular manera de ver las cosas pero, poco a poco, muchos de estos prejuicios han ido cambiando. En estos últimos años me ha emocionado mucho ver que este tipo de personaje femenino ha triunfado gracias a Los Juegos del Hambre o Divergente.

Katniss
Katniss, protagonista de la saga ‘Los Juegos del Hambre’.

También Star Wars ha apostado en sus últimas películas por protagonistas de armas tomar (con Rey y Jyn Erso), y pensándolo bien, la princesa Leia ya rompió moldes en los años 80.

Cada día encuentro más referentes de este tipo, y eso me satisface, porque cuando yo empecé a escribir Neimhaim solo tenía como referencia a las superheroinas de cómic (Tormenta, Jean Grey, Sonja la Roja) o Eowyn de Rohan en El Señor de los Anillos, que era un personaje secundario.

Eowyn de Rohan derrotando al rey brujo
‘Eowyn and the Witch-King of Angmar’, del artista Michael Kaluta.

Hay muchos tipos de mujeres fuertes, y a todas ellas las admiro por igual. Admiro a las mujeres que tiene la valentía de plantar cara a una pareja que les hace infelices o que les maltrata, las que llevan bajo su responsabilidad el peso de una empresa y lidian en un mundo de hombres, las que cuidan de sus padres ancianos o las que luchan cada día por salir adelante con hijos. Toda esa fuerza interior es admirable.

Hoy mis alabanzas son para mujeres que son también fuertes por fuera, deportistas como Lidia Valentín y Eva Calvo, la nadadora Mireia Belmonte, Ona Carbonell y Gemma Mengual, el equipo femenino de baloncesto, de waterpolo y de hockey, la campeona de Bádmiton Carolina Marín, la piragüista Teresa Portela. Todas ellas y muchas otras, tanto conocidas o anónimas, en los Juegos Olímpicos como en sus países de origen, demuestran que el vigor físico y la feminidad no se riñen, si no que se complementan de forma triunfal, hayan logrado o no una medalla.

Gracias a todas vosotras, de todo corazón.

Lidia Valentin

Lidia Valentin

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