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Reseña: ‘La saga de Hrolf Kraki’, de Poul Anderson

Aceros afilados, hachas, sangre, furia. La cultura vikinga nos inspira todo eso. Ese afán por la lucha, esa falta de miedo ante la muerte nos deja fascinados pero en la antigua escandinavia había mucho más que bersekers, saqueos y pillaje a bordo de un drakar.

La saga de Hrolf Kraki de Poul Anderson es buena  muestra de ello.

La saga de Hrolf Kraki

Cuando tomé este libro en mis manos no sabía demasiado lo que me iba a encontrar entre sus páginas. La portada me atrajo en seguida, con ese magnífico mascarón de proa con cabeza de dragón. Una excelente elección por parte de Runas, que ha lanzado esta reedición en un momento álgido para los que amamos la cultura norteña, en plena fiebre vikinga, con la serie de Vikings y The Last Kingdom, y un montón de buenos libros sobre esta temática (os dejo dos buenas recopilaciones sobre esto, una más historicista de manos de David Yagüe y otra más fantástica, de Laura S. Maquilón).

Respecto a Poul Anderson, sabía que es una de las grandes plumas de la literatura de ciencia ficción y fantasía de los últimos tiempos (La patrulla del tiempo, La nave de un millón de años, La espada rota) pero me sorprendió descubrir que aunque nació en Pensilvania (Estados Unidos) procedía de emigrantes escandinavos, lo que explica muchas cosas.

Hrolf Kraki es uno de esos personajes que cabalgan entre la leyenda y la historia, situado cronológicamente en torno al año 600, y coetáneo del mítico Beowulf, héroe nórdico por excelencia. Fue el primer rey que logró unificar Dinamarca en un solo reino, y sus gestas son narradas en un texto conservado en Islandia, la Saga de Hrolf Kraki, escrita mucho tiempo después, a partir del siglo XIII.

Anderson tomó las fuentes primigenias de esta historia épica para dar forma a un relato homogéneo y unificado, más asequible para el lector contemporáneo pero que conservara la fuerza y el misticismo de la narración original.

Y, por todos los dioses, que lo ha conseguido.

Una pareja de nórdicosSumergirme en la historia de Hrolf Kraki ha sido un viaje maravilloso. Como todas las sagas, la historia se remonta a mucho tiempo antes del nacimiento del protagonista. Conocemos los orígenes del héroe a través de sus antepasados, cuyas vidas son tan interesantes como la suya propia. Así, vamos recorriendo su árbol genealógico a través de distintos personajes, cuyas historias están íntimamente hiladas, generación tras generación, hasta conformar un grandioso tapiz.

Hrolf cuenta con todos los ingredientes de las aventuras mitológicas: guerreros fuertes y valerosos, muertes heroicas, traiciones taimadas, relaciones incestuosas, dioses que bajan disfrazados a la tierra de los mortales, seres faéricos que se mezclan con los humanos, hombres-bestia, espadas mágicas, monstruos y seres oscuros, brujas y, por su puesto, grandes y épicas batallas.

En este sentido, este libro me ha devuelto la fascinación maravillosa que me embargaba ante la Odisea y la Eneida, y también el Cantar del Nibelungo, la leyenda artúrica, Gilgamesh y tantos otros. Al mismo tiempo, no escatima en crudeza a la hora de describir las costumbres norteñas, la dificultad de una vida entre hielos e inviernos interminables, la crueldad de quienes tenían que sobrevivir en tales circunstancias.

Campamento vikingoEn este sentido, Hrolf ha supuesto también para mí un valiosísimo documento de cómo era la vida en la Escandinavia de antaño, con su tenebroso Yule, cada solsticio de invierno, los espeluznantes sacrificios de Uppsala, amén de muchos detalles cotidianos, empezando por saber que kraki era el tronco de un árbol, cuyas ramas peladas servían como escalera, y que sirvió de apodo a este gran héroe, que no era el más alto ni el más fuerte, pero sí el más justo y el único que, durante mucho tiempo, fue capaz de mantener la unión entre pueblos tan diferentes.

Que además haya tenido el placer de culminar la lectura de este libro en tierras germanas ha sido una feliz casualidad. Los germanos y los escandinavos eran primos hermanos, y no hay más que ver las magníficas cumbres montañosas del sur de Alemania para darse cuenta de ello. Por un momento, viendo la niebla enredarse en las laderas boscosas, me parecía encontrarme de vuelta en Noruega, otro bellísimo país que tuve la suerte de visitar hace algunos años.

Baviera

Bosques de Baviera, al sur de Alemania.

Casi me parecía ver entre la densa foresta a Hrolf y los skiolungos, a Svipdag, Bjarki y Hjalti, sus fieles compañeros de batalla. Cuando la noche se cerraba y las sombras se hacían más tenebrosas, entonces casi podía escuchar los cantos de Skuld, llamando a su lado a seres que no son de este mundo.

La Selva Negra

La Selva Negra, al sur de Alemania.

Lo que Poul Anderson ha logrado con esta obra es maravilloso. Hrolf Kraki me ha dejado una profunda huella, que seguro, será muy duradera. Al mismo tiempo me ha despertado una maravillosa inquietud por indagar en otras sagas, en otras vidas nórdicas.

Una cosa es segura: no será la última vez que visite sus páginas. Volveré, lo juro por los Antiguos Dioses. Y os animo a que vosotros también emprendáis ese viaje al frío Norte.

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